
lunes, 14 de marzo de 2016
La azotea del infierno: burbujas de cristal
Al norte del polígono cruzaba un tramo de circunvalación de la Ciudad. Bordeaba los barrios periféricos y los asentamientos de viviendas ilegales, donde vendían los cárteles actuales, donde se podía comprar cualquier tipo de droga: heroína afgana, de esa marrón que parece nuez moscada; cocaína colombiana, venezolana, peruana; cocaína en base; cocaína cocinada o crack, que pegaba fuerte entre la juventud de clase media. Sí, señor, la rebeldía residencial de estudiantes díscolos había llegado a la Ciudad. Se creían revolucionarios y genuinos, hasta que los sarpullidos purulentos aparecían en sus tersas caritas y los ojos se les apagaban sin vida y temblaban y no podían follar porque el culo de su novia ya no les ponía más, porque la polla de su novio ya no les excitaba más, porque lo único que verdaderamente incendiaba su libido era el olor sucio y químico del crack burbujeando en la pipa de cristal.

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